Con dos apariciones típicas de un goleador en racha, con cartuchos prestos para salir a la intemperie, Liga de Quito sacó una luz de ventaja al vencer 2 a 1 a Estudiantes como local, por el primer chico de la Recopa Sudamericana. El argentino Hernán Barcos, primero de cabeza, y luego de media vuelta, marcó para el campeón de la Sudamericana, mientras que Marcos Rojo había puesto la igualdad transitoria.A los 8’, Lara percutió por la izquierda, desbordando en carrera a Mercado y a la cobertura de Roncaglia a espalda del lateral, y encontró a Barcos en la proximidad del área chica, que primereó de cabeza a Federico Fernández y estampó el 1 a 0 tempranero.
Sin mucha actividad para promover su juego, el Pincha buscaba avanzar con pases cortos y, tratar de pescar de balón parado, alguna chance para sacarle máxima rentabilidad al poderío aéreo de sus defensores. Centro de Benítez, los de Liga que no la sacaron, y entre tanto intento fallido, Rojo terminó rompiéndole el arco a Domínguez para igualar las acciones.
Pero, la juventud y la inexperiencia de esa frondosa línea defensiva, le trajo a Estudiantes más de un problema en la noche. Demasiado estáticos e indecisos para atacar a la referencia ofensiva rival, dejaron a Barcos -de apariencia tosca y hasta limitado con los pies- que se diera vuelta y que, pese a morder su disparo de zurda, le bastó para vencer la tibia oposición de Taborda.
El espejismo de los primeros 20 minutos fue solo eso, una bocanada de aire entre tanto ahogo. Fue un partido chato, con poca convicción para hacer pie de parte del Pincharrata, que de a poco fue recomponiendo y emparchando los huecos que Liga vulneró cuando se lo propuso. Y el local, con errores individuales de desconcentración, esperaba agazapado en su campo, con las líneas moviéndose en corporación para dejar pocos detalles librados al azar en las adyacencias de su área. Y, si las condiciones lo permitían, soltaba sus aleros por las bandas y, cuando cambiaba de marcha, imponía condiciones en el cómo jugar y dejar jugar.
Pero, con la tibieza de uno, y los pocos argumentos del otro, el trámite se fue tornando paupérrimo. Mal jugado, con la pelota corriendo más y peor que los jugadores, el 2 a 1 les vino bien a ambos.
IVÁN ISOLANI

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