
Caruso planteó un partido de vuelta, de retroceso en el arranque. De una disposición de 10 hombres –a excepción de Stracqualursi- enrolados detrás de la latitud y la longitud del balón, con un triángulo en el centro entre Martínez, Trombetta y Pasini para sesgarle los circuitos de juego al Tomba, que arrancan desde la primera opción de pase que es Villar, y que tiene como nexo a David Ramírez.
A los 17’, el Matador de Victoria había soltado a los carrileros en la ofensiva, y quedó despoblado su terruño defensivo. A esa amplitud de campo le sacó provecho Ramírez, trasladando en la contra de derecha al centro, y, desde la puerta del área, sacó un remate esquinado que se fue metiendo pegadita al poste de Ardente, que sólo pudo rozarla pero no interferir en la trayectoria del balón. Sin quemar tantos cartuchos, Godoy Cruz sacaba máxima rentabilidad al provechoso momento del talentoso enganche.
A Tigre se le presentaban dudas existenciales: qué hacer cuando no se está en una postura combativa. Porque ese era el plan, rodearle la manzana al pulido andar tombino, y por cierto efectivo en el primer tiempo. Pero, una vez logrado ese cometido, cómo construir sociedades en el centro del campo, cómo lograr que Román Martínez no esté tan sólo y rodeado por el retroceso de los contenciones, y de qué manera efectivizar a los volantes laterales.
En la penumbra del complemento, Tigre se desperezó demasiado rápido y Godoy Cruz se quedó en el vestuario durmiendo una buena siesta mendocina. A los 2’, Román Martínez anticipó a Curbelo con la cabeza, y habilitó a Stracqualursi, que con marca y todo definió cruzado desde el punto del penal. El empate era un dato poco empírico acerca de lo hecho por uno y por otro hasta el momento, pero los goles se hacen y no se merecen dicen.
Ese letargo se reproducía ya no sólo en los jugadores, sino en los minutos, en las situaciones y en el protagonismo que habían justificado de sobremanera la victoria del Tomba. Y de esa anemia, Tigre le sacaba jugo y, sin juego vertical ni sociedades, pero sí con pelotazos para los grandotes de arriba, de a poco contrarrestaba las variantes en el abanico que los de Asad poseen en sus gateras.
De otra desatención del fondo rival, el Matador usufructuaba los balones parados. Un centro aéreo del uruguayo Rodríguez, que se le fue alejando de la precipitada salida de Nelson Ibáñez, le permitió al central Claudio Pérez saltar más alto que todos y cabecear al arco vacío. Sin proponérselo, los de Victoria lo daban vuelta a puro empellón con sus hombres más altos.
Ya cegado por la superposición de camisetas azul oscuras, Godoy Cruz fue tirando manotazos de ahogado, pero no pudo remontar su propio decaimiento.
IVÁN ISOLANI
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