En ésto se ha transformado nuestro fútbol argentino. En una puja por demostrar quién acumula mayor cantidad de contundencias y voluntades, y poder usufructuar las concesiones que el rival te ofrezca a los largo de los 90 minutos. Con un 3 de 3 en chances de gol, más una flojísima actuación en el estreno de la línea de 3 defensores, All Boys venció 3 por 1 a Independiente en el Islas Malvinas de Floresta.Por el costado derecho, Vallés no hacía pie en el retroceso, quedando en la tibieza del no marcaje ni tampoco el pasaje a posiciones de volante. De ese quedo sacaba provecho el uruguayo Rodríguez, en cooperación con Matías Pérez García, que tocaban y hacían daño cuando se juntaban. A los 4 minutos jugados apenas, Gabbarini alcanzó a taparle el cabezazo a Matos, pero nadie lo respaldó y, en la segunda jugada, Jonathan Ferrari la empujó en las inmediaciones de la línea de gol.
Sin haber asimilado ese gol tempranero, ni tampoco al reacomodamiento de piezas tras la salida de Godoy, el rojo sufría un 1 2 que, al parecer de cómo pintaba el panorama, era casi una sentencia. Y otra vez a espaldas de Vallés, que no volvió persiguiendo a Juan Pablo Rodríguez, que quedó abierto dentro del área en plena carrera contra un muy parado Matheu, y marcó el segundo tanto, engañando a un Gabbarini que se la jugó por el centro, y descuidó el primer palo.
Inconexos los extremos, poco participativos y demasiado estancados sobre la raya. Independiente no tuvo a nadie que rompiera desde el sector medio, y busque sociedades con los encargados de atacar. A Gracián lo neutralizaban entre el dúo de contenciones, y como los carrileros no lograban sorprender ni tampoco se soltaban con productividad, al Rojo la remontada se le hizo muy complicada.
Antes que terminara la etapa inicial, un centro de Maxi Velázquez encontró a Facundo Parra entre el racimo de jugadores, y los Diablos de Avellaneda se iban a descanso con más de lo que habían merecido, por juego y por profundidad.
Pero, como en el inicio del encuentro, arrancó el complemento dormido y, volvió a pagar caro desatenciones en la pelota parada. Ninguno de los zagueros llegó a sacarla del hervidero de camisetas, y el que sacó provecho fue Carlos Casteglione, que madrugó a todos y cabeceó esquinadamente de pique al piso. Con pizcas de buen juego, y con una efectividad asombrosa, el Albo lo ganaba por estar más fino en los metros de la verdad.
Amontonando gente de carácter ofensivo, con el ingreso de Silvera, Independiente sólo se quedó en meras intenciones. Porque Pacheco nunca pasó de ser Pachequito, y por el otro extremo, Patricio Rodríguez pesó pero sin sociedades que potenciaran su desequilibrio en velocidad, y ese traslado en soledad, lo llevó a pecar de egoísta en muchas ocasiones y hacer, generalmente, una demás.
IVÁN ISOLANI
abetsen@gmail.com

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