Sólo por la vía de los penales, por algo tan maleable como insignificante el tener que depender de alguna mano del destino. Paraguay superó al duro Japón en Octavos de final por 5 a 4 en la definición por la pena máxima (0 a 0 en los 90 reglamentarios y también en el suplementarios) y se metió de lleno entre los 8 mejores de este mundial. Su rival saldrá del enfrentamiento de esta tarde entre España y Portugal.
Con el ganso Benítez recostado por el sector izquierdo, y Santa Cruz como una especie de enganche por el centro, pero lejos de su hábitat: el área, Paraguay hacía muy lento el traslado del balón en campo japonés, y perdía frescura y carecía de rapidez. Sin profundidad y con los volantes muy estáticos, se le hacía cuesta arriba para romper por sorpresa, por el amontonamiento de hombres de azul sobre las inmediaciones de la guarida de Kawashima.
No pasaban con decisión ambos laterales, ni tampoco se ofrecían como en anteriores batallas ni Vera ni Riveros, hoy oprimidos y muy replegados junto a Ortigoza. Por ende, la Albirroja se hacía previsible para los casi 10 hombres nipones en el costado defensivo –salvo Honda, el resto atendía posiciones defensivas en su mitad del campo.
Con Orti impreciso en la distribución inicial del balón, la salida guaraní se hacía forzada, dificultosa. En todo el encuentro, a Paraguay le costó mucho superar la muralla de mediocampistas que Japón le oponía ni bien la pelota trasponía la línea central.
Esa disposición pasiva, pero expectante del combinado asiático, era similar a la de Brasil de ayer frente a Chile. Se paraba firme y con los volantes muy encimados a la línea defensiva, dejando pocos espacios para la maniobra y obligando a desprenderse rápido para no perder la posesión. Y cuando recuperaba la redondita, desplegaba a Okubo por izquierda y a Matsui por la otra banda, para juntarse con el número 18 Keisuke Honda, la única referencia el jugador del CSKA ruso entre los centrales paraguayos.
Con el correr de los minutos, ambos se fueron llenando de imprecisiones para utilizar eficientemente la pelota, y también se fueron agotando las piernas. Con Haedo y Tacuara Cardozo como recambios en los últimos metros, el Tata Martino buscaba ganar en potencia para tratar de romper el cerco defensivo que imponían tanto Nakazawa como Tanaka en el centro de la defensa.
Agotado el tiempo reglamentario, y también pasado el suplementario, los penales parecían –aunque sea injusto este formato- la cara o seca para esta paridad absoluta. Precisos en su ejecución por ambos lados, el lateral Komano desvió su penal en el travesaño. El último y decisivo penal lo ejecutó magistralmente Oscar Cardozo, con sutileza cruzando su remate.
Con el ganso Benítez recostado por el sector izquierdo, y Santa Cruz como una especie de enganche por el centro, pero lejos de su hábitat: el área, Paraguay hacía muy lento el traslado del balón en campo japonés, y perdía frescura y carecía de rapidez. Sin profundidad y con los volantes muy estáticos, se le hacía cuesta arriba para romper por sorpresa, por el amontonamiento de hombres de azul sobre las inmediaciones de la guarida de Kawashima.
No pasaban con decisión ambos laterales, ni tampoco se ofrecían como en anteriores batallas ni Vera ni Riveros, hoy oprimidos y muy replegados junto a Ortigoza. Por ende, la Albirroja se hacía previsible para los casi 10 hombres nipones en el costado defensivo –salvo Honda, el resto atendía posiciones defensivas en su mitad del campo.
Con Orti impreciso en la distribución inicial del balón, la salida guaraní se hacía forzada, dificultosa. En todo el encuentro, a Paraguay le costó mucho superar la muralla de mediocampistas que Japón le oponía ni bien la pelota trasponía la línea central.
Esa disposición pasiva, pero expectante del combinado asiático, era similar a la de Brasil de ayer frente a Chile. Se paraba firme y con los volantes muy encimados a la línea defensiva, dejando pocos espacios para la maniobra y obligando a desprenderse rápido para no perder la posesión. Y cuando recuperaba la redondita, desplegaba a Okubo por izquierda y a Matsui por la otra banda, para juntarse con el número 18 Keisuke Honda, la única referencia el jugador del CSKA ruso entre los centrales paraguayos.
Con el correr de los minutos, ambos se fueron llenando de imprecisiones para utilizar eficientemente la pelota, y también se fueron agotando las piernas. Con Haedo y Tacuara Cardozo como recambios en los últimos metros, el Tata Martino buscaba ganar en potencia para tratar de romper el cerco defensivo que imponían tanto Nakazawa como Tanaka en el centro de la defensa.
Agotado el tiempo reglamentario, y también pasado el suplementario, los penales parecían –aunque sea injusto este formato- la cara o seca para esta paridad absoluta. Precisos en su ejecución por ambos lados, el lateral Komano desvió su penal en el travesaño. El último y decisivo penal lo ejecutó magistralmente Oscar Cardozo, con sutileza cruzando su remate.
IVÁN ISOLANI
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