12:54 ACTUALIZAR EL PALADAR

“A los hinchas, les digo que vamos a ser fieles a como ellos sienten el fútbol. Nada garantiza el triunfo pero si se juega mal, lo que garantiza es el aburrimiento”, es la natural cerrazón que la verba, que el paradigma futbolístico acoge a tipos como Cappa y porque no, a todo aquel que se adorna el pecho con la banda roja.
Pero ahora, y en contra de lo que indica su historia y sus pergaminos por demás floridos, River está en una disyuntiva inédita: como nunca antes, se deberá desvelar por la zona del descenso y deberá comenzar, desde ahora –porque ya se comió el primer semestre- a lograr realidades y no proseguir con semejante caída rocambolesca.
Desde que Passarella, poco delegativo según quiénes lo rodean, y un tanto unipersonalista en sus voluntades- sentenció que la filosofía y el talante ornamental de la institución de la Ribera no se negocian, ni siquiera ante la magra actualidad y los resultados, y se decantó –con ristre y osadía- a Angel Cappa por encima de un hombre de la casa como Ramón Díaz. Empresa riesgosa por demás.
Desde lo que el verde césped ofrece (y al hincha le interesa), este semestre se encara con una renovación importante en la plantilla. Ya no pertenecen al club, blancos fáciles como Gustavo Cabral y Oscar Ahumada, sentenciados por la prebenda de ganar mucho dinero y trabajar poco y ser los absolutos responsables de que el Millonario pelee por no descender. Ambos, emigraron a tierras aztecas. Continuando con el atavío de jugadores exiliantes, Galmarini, Barrado, Nico Sánchez, el Muñeco Gallardo y Cristian Villagra –entre otros que adornaron el plantel y que demostraron su fracaso como adornos- vestirán nuevas pilchas.
Mientras tanto, los que sí van a tener que poner el pecho, y tratar de devolver al club a los primeros planos, son los que quedaron de esa cuantiosa escisión. Aquellos que, desde el lunes 12 están surcando, metro a metro, el predio Los Profesionales de la Loma en Salta. En un mismo día, Passarella acordó con autoridades del club ucranio Metalist Kharkiv, la compra total del volante centro Walter Acevedo y la mitad del pase de Jonathan Maidana, a cambio de uno 3 millones de dólares y el pase del Kity Villagra, que tenía una deuda con la institución e iba a quedar en libertad de acción el 30 de junio pasado.
Además, logró la cesión a préstamo por toda la temporada del punta Leandro Caruso, cuya ficha pertenece al Udinese italiano. River abonó u$s 300 mil y tendrá una opción de compra de u$s 3 millones. Cappa solicitó un lateral por izquierda, y rápidamente, la dirigencia fue en la búsqueda del Chiche Arano, libre del Aris Salónica griego, y que se incorpora por un año sin cargo, con cargo para el club de Núñez el contrato del jugador.
La apuesta, en cuanto a nombres, es la contratación del peruano Josemir Ballón. Un volante de quite y marca que se lució en el San Martín de Porres, y que llega prestado por u$s 250 mil, y con una opción total de u$s 750 mil. Sin dudas, la contratación que más resuena, es la de JP Carrizo, también a préstamo por todo el año, y la anulación de una deuda que la Lazio tenía con el arquero por unos u$s 300 mil. Todas estas incorporaciones, esperando qué sucede con Bertolo, en cuestión de días podrían verse inhibidos sus desempeños si se abre camino el reclamo de Mauro Rosales y Cía. en Agremiados, por unos u$s 2 millones. En un primer momento, el club le había ofrecido un acuerdo por algo menos de u$s 700 mil, pero el cordobés desestimó esa oferta y ahora, evalúa presentar una carta documento en el gremio.
Y desde lo dirigencial, River aún no se curó, sólo se relame sus heridas desde el discurso, pero desde el accionar…Es cierto que esta conducción heredó un lastre importante: una deuda de $ 140 millones y una erogación mensual de $ 4 millones. A diferencia de esta conducción, candidatos como Rodolfo D’Onofrio o Antonio Caselli, que venían al club emplazados en una estructura concreta y con dinero fresco de grupos empresarios para adquirir jugadores de desempeño probado, capaces de asumir la obligación y cooperar para la difícil cruzada que enfrente el Millo.
Pero, en gran medida, el insigne de Daniel Passarella y el “voto bronca” de los socios hacia gran parte de los que secundaban a D’Onofrio (la gran pluralidad de su lista pertenecía a la Comisión Directiva del doble mandato funesto de José María Aguilar) hicieron que el Kaiser se convirtiera en el nuevo mandamás de la institución. Pero, su poca facultad para comisionar resoluciones, tomó desprevenidos al corifeo que apoya a su ideología. Hasta ahora, amorfas sus decisiones, y sin un proyecto evidente de incorporaciones, no hubo guita para hacer frente al recambio de un plantel desgastado y pobre individualmente, ni tampoco los reflejos para actuar en pos de atraer a los ex del club, que pudieran (en potencial) cambiar el destino de la realidad –tanto en enero como ahora, a mitad de año- a 7 meses de gestión.
Ahora, las cartas ya están echadas. No es momento de medias tintas, sino de realidades aparentes. De eso hay que dotar a la prédica. Es momento de jugar cada partido con la tabla de los promedios en la mano, sabiendo que hoy, River está sólo por encima de los 3 ascendidos, que dividen por 1 año y no por 3 como el Millonario. Y que, como primer objetivo a la vista, hay que intentar superar a Gimnasia LP Y Arsenal, que son los que le llevan 8 puntos de ventaja (suman 92 y River 84) sumando la dos últimas temporadas.
No es momento de concentrarse en un River con jugadores rentables, sino en hombres útiles para esta coyuntura, tanto dentro como fuera del terreno. Y que, sea como sea –en contramano con la doctrina Cappista- producir puntos, y de a montones.
IVÁN ISOLANI