Los que están buscan a su alrededor a los que ya no están, y por dentro, mascan su impotencia. Y en esto de desmembrar la fuerte –y endeble- pared de conceptos e ideas, Estudiantes usufructuó un notorio error del debutante Gabriel Cichero, y se llevó un triunfazo del Marcelo Bielsa por 1 a 0, con el tanto de penal de Juan Sebastián Verón en el complemento.
Fue un partido muy trabado desde el inicio, sobre todo en la zona de volantes. Muy disputada la posesión del balón, que la abría Formica para el mano a mano de los aleros con versus los laterales pinchas, pero sin resolución en los momentos de definición.
Muy inconexo el dueto Verón-Fernández, dejando rengo y acéfalo al equipo de Sabella de intenciones en la zona de gestación del fútbol. Sin el envión y la oferta de pase de sus laterales, Estudiantes llevaba a la práctica sus teorías en más de un tiempo, ralentizando su circuito del juego, y tratando de buscar el claro entre la línea de 3 y la de volantes leprosos.
Como la pelota deambulaba sin sentirse cobijada bajo ninguna suela, ambos conjuntos despreciaban las cualidades de sus delanteros, de poca o nula labor en la noche. Los faros replegados dentro del área, o luchando en condiciones desfavorables, y los que acompañaban, tanto la Gata como la Pulguita Rodríguez, navegaban por el sopor de 3 cuartos de cancha, sin tomar el timón de la conducción y del aporte de credos, ni mucho menos ser incisivos en la comarca de las decisiones.
Los insuficientes argumentos con los que ambos llenaban el formulario de la victoria, de a poco los llevaba a conformarse con un premio limitado, pero de una riqueza incalculable viendo que lo que venían ofreciendo en la grama. Hasta que un error garrafal del venezolano Cichero, que tocó la pelota con la mano para impedir la soledad de Leandro González ante Peratta. Y Pitana señalo el penal con el que la Bruja Verón le quemó el arco al arquero rojinegro, y abrió el marcador en el meridiano del complemento.
Newell’s, que por la planta baja carecía de insumos para conquistar las oportunidades, apostó desesperadamente –como un jugador compulsivo y ahogado por las deudas- a los intentos por arriba. Luchando más que jugando, con la cajetilla rígida y el mentón amoratado, buscaba por la terraza al lungo Taborda, y en última instancia, al Rolo Schiavi y al flaco Alayes.
De poco sirvió, ante la muralla made in La Plata, perpetua defensa de lo suyo. Así, Sabella entendió que con las defensas altas, los anticuerpos por sí mismos, vencerían cualquier obstáculo. Buena victoria del Pincha en Rosario. Poco, pero a la vez mucho.
IVÁN ISOLANI
abetsen@gmail.com
Fue un partido muy trabado desde el inicio, sobre todo en la zona de volantes. Muy disputada la posesión del balón, que la abría Formica para el mano a mano de los aleros con versus los laterales pinchas, pero sin resolución en los momentos de definición.
Muy inconexo el dueto Verón-Fernández, dejando rengo y acéfalo al equipo de Sabella de intenciones en la zona de gestación del fútbol. Sin el envión y la oferta de pase de sus laterales, Estudiantes llevaba a la práctica sus teorías en más de un tiempo, ralentizando su circuito del juego, y tratando de buscar el claro entre la línea de 3 y la de volantes leprosos.
Como la pelota deambulaba sin sentirse cobijada bajo ninguna suela, ambos conjuntos despreciaban las cualidades de sus delanteros, de poca o nula labor en la noche. Los faros replegados dentro del área, o luchando en condiciones desfavorables, y los que acompañaban, tanto la Gata como la Pulguita Rodríguez, navegaban por el sopor de 3 cuartos de cancha, sin tomar el timón de la conducción y del aporte de credos, ni mucho menos ser incisivos en la comarca de las decisiones.
Los insuficientes argumentos con los que ambos llenaban el formulario de la victoria, de a poco los llevaba a conformarse con un premio limitado, pero de una riqueza incalculable viendo que lo que venían ofreciendo en la grama. Hasta que un error garrafal del venezolano Cichero, que tocó la pelota con la mano para impedir la soledad de Leandro González ante Peratta. Y Pitana señalo el penal con el que la Bruja Verón le quemó el arco al arquero rojinegro, y abrió el marcador en el meridiano del complemento.
Newell’s, que por la planta baja carecía de insumos para conquistar las oportunidades, apostó desesperadamente –como un jugador compulsivo y ahogado por las deudas- a los intentos por arriba. Luchando más que jugando, con la cajetilla rígida y el mentón amoratado, buscaba por la terraza al lungo Taborda, y en última instancia, al Rolo Schiavi y al flaco Alayes.
De poco sirvió, ante la muralla made in La Plata, perpetua defensa de lo suyo. Así, Sabella entendió que con las defensas altas, los anticuerpos por sí mismos, vencerían cualquier obstáculo. Buena victoria del Pincha en Rosario. Poco, pero a la vez mucho.
IVÁN ISOLANI
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