
Un esquema conservador presentó Huracán, con Matute Moralez parado más cerca del volante central, como una especie de lanzador en conexión corta con los aleros por las bandas. Pese a tener al Roly Zárate como una referencia ofensiva, la movilidad al espacio vacío de Nieto, más la escalada del uruguayo Rodríguez y de Montiglio por los costados, complicaba los anticuerpos que Racing disponía en su territorio.
Con Giovanni Moreno muy metido, en los primeros momentos, muy metido entre los defensores, y muy lejos de la línea del balón o alguna sociedad con los carrileros, la Academia no tenía el balón y no imponía su circuito en el medio. Yacob más ocupado en secundar a los centrales en el patrullaje, tampoco conseguía hacerse ancho por los costados, con Toranzo y Fernández un tanto replegados y sometidos.
A los 14’, una jugada rápida, con sorpresa para el rival. Hauche picó al vacío y Monzón tuvo que cortar con la cabeza fuera del área. Vivo del año cero el demonio, sacó el lateral y fue a buscar la descarga de Toranzo. Le ganó el fondo a Formica, y cruzó un potente remate de zurda, que agarró haciendo pasos de ajuste al arquero, y se metió por lo bajo en el arco. En la primera que aceleró, la Academia lastimó.
A los 23’, un gran gol de Racing, para levantarse y aplaudir como lo hacía el público. La trajeron por derecha, entre Hauche Y Toranzo en corto, y con Moreno tocando al hueso a espaldas del lateral por izquierda, donde el Pato mandó un centro de esos picantes, y, por el punto del penal, José Luis Fernández -el volante por el otro lado- apareció para cabecear bárbaro de pique al piso y marcar el segundo.
El local justificaba la ventaja por apariciones –fugaces- de sus hombres más punzantes. El colombiano, cuando se acercaba a los carriles para asociarse, tocaba y buscaba el claro para filtrar la bocha para las diagonales de Lugüercio o de Hauche, endemoniado y sacando amplia superioridad a los pesados defensores quemeros.
En el complemento, Brindisi metió 3 puntas netos para ganar peso y descontar, pero al desmantelar la estructura defensiva, dejaba huecos para que movimientos como los del Gabi Hauche, tirado sobre la derecha, o la permanente búsqueda entre Gio y Toranzo, diera sus frutos.
A los 32’, los goleadores también saben ceder goles. Bieler le cedió el tercero a Hauche, y éste, de frente al arco, resignó su dopieta y la continuó abriendo para Moreno, que se sacó a su marca con tanta facilidad mediante un toquecito, y la cruzó de zurda ante un jugado achique de Monzón. Otro gol académico para bajar el telón en Avellaneda.
IVÁN ISOLANI
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