20:22 LA VIOLENCIA Y LA MUERTE EMPAÑARON UNA FIESTA

Vélez y San Lorenzo no pudieron continuar juagando por culpa de la irreprochable violencia que se generó en la hinchada visitante. Tan sólo se jugó 7 minutos del encuentro.

Como en tantas otra veces ocurrió en nuestro fútbol Argentino, la violencia y la muerte irrumpieron en un espectáculo deportivo, como debe de ser el deporte por excelencia en el país. De nada sirvió todo lo hecho en la semana por los presidentes de ambos clubes, ni que cada equipo ingrese al campo de juego con el banderín del rival. Hoy, nuevamente, la violencia volvió a empañar lo que tendría que haber sido una fiesta y trajo consigo el recuerdo de Emanuel Álvarez, hincha de Vélez muerto hace tres años en un hecho de violencia.

Antes del comienzo del encuentro ya se habían producido algunos incidentes entre los simpatizantes velezanos y la policía. Además, minutos antes del inicio, a metros del estadio, un hincha azulgrana, identificado como Ramón Aramayo, había fallecido en confusas circunstancias que aún no se aclararon, pero pocos adentro lo sabían.

El arranque del encuentro se demoró 10 minutos porque la gente de Vélez tiraba serpentinas al campo de juego. Luego, cuando se pudo jugar, llegaron a hacerlo tan sólo 7 minutos. En esos pocos minutos de fútbol se deslumbró un juego muy dinámico, con un Vélez decidido a atacar, pero con llegadas en ambos arcos. Justamente a los 7 minutos, el árbitro del encuentro, Sergio Pezzota, cobró un tiro libre para el local muy cercano al área y, mientras se acomodaba la barrera, Pablo Migliore fue blanco de un proyectil que le impactó en el hombro, cayendo el 1 al piso por el golpe. Luego de unos minutos, el arquero se recuperó, pero cuando el encuentro iba a reanudarse, llegó la noticia de la muerte del hincha azulgrana a la tribuna visitante. De esta manera se desató la hecatombe, mientras algunos individuos quitaban las banderas, otros hinchas más violentos se dedicaron a romper el alambrado para evitar que el partido se jugara. El párate duró varios minutos, los protagonistas esperaron que la situación se controle y puedan jugar. Pero los enfrentamientos entre la hinchada y la policía, que pretendía frenar el quiebre de las vallas, llevaron a que las garantías definitivamente no se dieran, y Pezzotta decidió la suspensión del encuentro. De aquí en más, sólo queda tiempo para reflexionar si se están haciendo las cosas bien en el fútbol argentino o si el negocio entre los dirigentes y los hinchas van a matar este hermoso deporte. Mientras tanto, el fútbol nuevamente está de luto.




DIEGO LA CAVA
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