16:57 COSAS DE CRACK

Es un de apariciones, de esos que va por las luces del protagonismo sin tener que justificar ante nadie los requisitos de tal accionar. Gambetea, toma decisiones y vaya que son letales. En la primera etapa, poco participativo, alejado de la Florida del terreno, su principal rango de movilidad. Pero en el complemento, sólo él, mostró todo su desparpajo. Puede pecar de morfón, de intermitente, pero su prototipo es el de aparecer, el de contar por victorias cuando su productivismo se aggiorna al servicio de los suyos. Dos perlas como dos puñales para manchar la casaca blanca de resignación. Messi es un jugadorazo, y lo demostró ante un Madrid que se avizoró inferior y le rindió pleitesía al rival, que se paseó por Madrid.    
El Barça, a priori, se lo veía distinto a su concepción habitual y primigenia. Al igual que Mou, Pep tomó nota de lo hecho por el Madrid y en los dos anteriores Derbys, y acondicionó la idea inicial de su equipo a las circunstancias y anticuerpos propuestos y repensados por el rival. Dani Alves y Puyol más como laterales, y ya no como trotamundos que galopan al compás de la raya en toda su extensión. Claro, Di María y Özil hicieron sonar la alarma a sus espaldas en las citas anteriores. Xavi, esta vez asumiendo la comandancia y el traslado del balón casi en la misma zona de los centrales, pero conservando el conjunto la rotación armoniosa del balón, con todas las piezas del engranaje tocando y movilizándose para reaparecer en la escena para una posible sociedad en corto, o bien la variedad que siempre ofrece un cambio de frente.
El Real, forjado en primera instancia para desconectar los pequeño circuitos de juego del Culé, que son los que terminan confluyendo en la gran matrix del paradigma Guardiola, no salía como en Mestalla a intentar comerle la yugular al torrente sanguíneo del contrario, con los 3 pívots de contención abocados a la persecución de Xavi, y la toma escalonada de Messi en su isla flotante. No presionaba en la latitud ni era agresivo en su empresa de recuperar la herramienta, pero sí, con la última línea estaqueada sobre la ídem del área grande, continuaba con la zaga de permitir las calles y los lugares por dónde dejar hacer que más le convenía. Ni Mascherano ni Piqué interesaban con el balón dominado, pero sí estar andariego y seguir de cerca a los posibles receptores.
Este Barça permutaba verticalidad y profundidad por calma, por darle sentido a cada pase, a cada movimiento pensarlo como un ajedrez de buena postura y aseo, para respetar el tiempo de cada jugada, no forzarlo. El partido, la línea del balón no se movía de la zona central del campo y sus parcelas contiguas. El Madrid se reorganizaba conforme la peligrosidad de algún enroque de piezas en los tres cuartos, dejaba ciertos toques secundarios que no reportaran un desmarque ni una recepción de los hombres sin huellas ni aroma por todo el frente de ataque barcelonista. A la simpleza de la visita, todo un conjunto de ocupaciones y tráfagos destructores del Merengue. 




IVÁN ISOLANI
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