11:03 RICKY MARAVILLA

Gambetea, toma decisiones y no espera sociedades, sino que él mismo va a por las luces del protagonismo. Ese es su biotipo. No juega sólo, porque sus compañeros entienden el juego y lo respiran como él, pero cada vez eleva más su coeficiente intelectual y futbolístico, y demuestra que todo es posible con su desparpajo al servicio del equipo. Puede pecar de morfón, de intermitente, pero su prototipo es el de aparecer, el de contar por victorias cuando su productivismo se aggiorna al motivo de su magia. Vélez fue a Quito confiado tras haber logrado un buen colchón en la ida, y con la cooperación de un Liga demasiado alejado de anteriores campañas, abrochó su pasaje a Cuartos de la mano de los pibes: Álvarez y Bella.
El Fortín, a lo ancho del terreno y de manera escalonada para no desactivar el retroceso en la mitad de cancha y cerrar las transiciones. Volcando a los volantes en toda la zona aledaña a la puerta del área defendida por Barovero, Vélez utilizaba la inteligencia no sólo en el conocimiento del lugar y en los antecedentes, sino que también profesaba desde el buen pie y cerebralidad de sus hombres lo menos posible, y que la que se mostrara activa sea la pelota.
Jugando con el colchón de goles, los de Villa Luro se dedicaban a hacerse fuertes en la latitud y la longitud de la línea del balón, en la geografía del terreno. Sin hacer grandes erogaciones físicas en lo individual, pero sí moviéndose en bloque para suplir cualquier ruptura desde la zona media hacia arriba de los quiteños. No podía negarle la movilidad a Barcos hacia las banda, pero sí lo resistía con esos anticuerpos no a lo loco, sino gozando de la solidaridad en bloque.
Como Liga era el urgido, la idea de Vélez de acondicionar su idea inicial daba resultados, no descuidando los costados, por donde el rival comenzaba cada avance, finalizándolos siempre con centros para las torres. Cuando Liga había comenzado a dar indicios y atisbos de reacción en su faceta ofensiva, un contraataque aislado, que se inició por la derecha, la fue cambiando mediante pases en corto, con último destinatario a Ricky Álvarez, que jugando con la desesperación de Guagua, lo gambeteó pasando la pelota de pie a pie y dentro del área definió cruzado ante el gigante Domínguez. Un golazo de la joya velezana, que le puso el moño a una asociación colectiva que tuvo su punto inicial en un riel de la cancha y culminó con un rompimiento del volante por el otro sector al vacío, aprovechando en su fase generativa que este mediocampo toca y se mueve en corto, y que un cambio de frente continúa siendo implacable para una defensa.
Liga no sabía cómo resolver el menudo problema que se le planteaba, cómo atacar cuando lo defienden de la manera que lo hizo Vélez. Inteligente, sin correr más de lo justo, y moviéndose como una unidad, la empresa del poderoso conjunto blanco se jactaba de milagrosa. Realizar 5 goles para clasificar, y de la manera que Liga elegía para intentar lograrlo, sumado a la poquísima resolución en los metros de la verdad, le daban el aire que comenzaba a faltarle al Vélez de Gareca.
Cuando ya los minutos le jugaban en contra al local, otra contra que se inició desde la franja derecha, y abusando de la falta de relevos y retrocesos en la última línea, Bella entró en soledad por la izquierda y, con su prodigiosa zurda marcó el segundo gol.

 

 
IVÁN ISOLANI