23:37 EL SUELO NEGRO, EL CIELO CELESTE




River ha dejado de ser River. Esta situación, inédita en toda su exitosa y rica historia, y no sólo hablando de lo que se ve en la cancha, sino en todos los costados posibles de análisis, reviste un panorama tétrico. Lo acéfalo que lució hoy el equipo, con un Jota Jota López reinventando fórmulas y repensando maneras para poder cambiar el rumbo a tiempo. Plantó un equipo con dos cosas negativas, 0 minutos de laburo –más allá de teoría y videos ajenos- y mucho piberío. Enfrente, un rival no vulnerable, con desatenciones, pero que asumió que, de antemano, era inferior en lo individual y que decidió apostar a la mejor fórmula: jugar en bloque y saber que en sus manos está el dar un cimbronazo de los que dejan secuela. Para la vuelta, Ferrari, Almeyda y Román no podrán estar por haber llegado a la quinta tarjeta amarilla. Panorama oscuro.
Que River haya perdido, hoy por hoy, no asombra. Lo que sí es digno de, por lo menos, poner a consideración, en el descreimiento con el que juega. Se apichona fácil, y algo que es redundante, no ve entre su catálogo de armas y sistemas posibles, uno que sobresalga y que de resultados. Los que se sientan en el banco son ampliamente pedidos por la gente, y los que juegan hacen méritos para ser cambiados. Asombra ver cómo, en un arranque en donde la labor era inteligente, eligiendo los caminos por donde emplazar su esquema de dos líneas de 4 amontonadas por delante de Carrizo, con los volantes externos cooperaban con los laterales para tratar de neutralizar y minimizar la participación en la faz ofensiva de Manzanelli y Maldonado. La parte trasera estaba controlada, lo que seguía invisible era de mitad de cancha hacia arriba. Lamela muy recostado sobre la banda y casi sin pesar por su retrasado punto de partida, Mauro Díaz muy blando para la circunstancia, y un par de piques a espaldas de los laterales de Funes Mori parecía que amagaba con una redención, pero quedó en amagues.
Belgrano, creído menos desde el plano individual, compensaba con los movimientos en bloque y con la constricción de sus piezas por no trabar el engranaje. En apariencia lento y apegado a labores de construcción del desarrollo del juego, con Farré corriendo a destajo detrás de la pelota y el uruguayo Ribair Rodríguez metiéndose entre los centrales para compensar algún desfasaje, se destacaba junto con Chiqui Pérez y Lollo, que fueron una barrera contundente para proteger a Olave, que cuando lo llamaron siempre estuvo presente con sus atajadas. 6 hombres de corte recuperador, componían una cara del Pirata cordobés, porque cuando se lograba hacer del balón, lo tenía a Franco Vázquez siempre navegando a espaldas de Cirigliano y Almeyda, y juntándose con Maldonado por la izquierda o con Manzanelli por la diestra, en dos toques ponían al Picante Pereyra jugando un pie a pie con alguno de los del fondo millonario.
Al ser dos equipos predispuestos a ceder la iniciativa, a permanecer sin la pelota y ordenarse en el terreno sin ella, ambos tenían mucho laburo sin el balón, especialmente para neutralizar los movimientos del rival. Las defensas, salvo las subidas habituales de Ferrari, jamás perdían la compostura y con recelo vigilaban ambas duplas de contenciones, respaldo siempre hacia atrás pensando en la rapidez del campo y las permanentes diagonales de los puntas. En un partido en donde no se hallaba un camino posible para romper con los anticuerpos del rival, Belgrano encontraba en la buena visión del línea Bonfa –no la de Pitana- un penalazo grande como el Monumental de Núñez del paraguayo Román, que en un centro saltó con el brazo demasiado arriba y terminó dándole la chance al Monstruo Manzanelli para que, le rompa el arco a Carrizo, como se deben encarar este tipo de citas.
River se hallaba en el terreno del que, todavía, no sabe cómo salir. Resignado antes de tiempo, corriendo por obligación, y perdiendo desde la voluntad para jugar. Belgrano, que se unió para superar esta parada, era más que un tibio y tímido equipo de Núñez. De equipo grande y de historias no vive el hombre, sino que se alimenta constantemente de sus actos, que hablan a las claras de un desorden y con pocas vistas de cara a lo que se viene.
En el complemento, la incertidumbre de Jota Jota hizo que volviera atrás en su esquema, y comenzara a rociar la grama con gente para buscar la igualdad. Difícil explicar por qué perder un tiempo para salir de la cueva. Caruso adentro, afuera un inexpresivo Mauro Díaz, pero de arranque, para no dejar rememorar el potencial al rival, el Celeste sacaba un derechazo al mentón que dejaría grogui al de Primera. Aprovechando su frente aéreo, de un centro de Manzanelli que desvió por el primer palo Maldonado, para que por el otro sector la empujara el Picante César Pereyra. Se caía abajo el estadio, no creyendo la realidad que estaban asistiendo.
Por su parte, la parcialidad de River rompía el alambrado y se metía en el césped para hacerlos despertar a los jugadores. Insólito. Insólito porque la gente encargada de prevenir, de cuidar, tratando de pedirles por favor a los violentos que, desencajados por la derrota y el panorama desolador, fueran tan amables de dejar de hacer disturbios. Pero por favor, no le pidamos a tipos de esta calaña que se comporten como duques ingleses. Señores policías, prevengan y dejen un poco de mirar tan atentamente lo que pasa en el partido. Su función no es esa, claro está.
Luego de los 20 minutos en los que el partido estuvo detenido, River salió con otras ínfulas. Decidido a llevarse algo más que una dura derrota del Barrio Alberdi. Caruso y Pavone, en un par de movimientos forzaron más que lo hecho por a quienes reemplazaron, y Lamela, que había estado escondido en un rincón, se soltó y fue el proyecto de crack que lleva la 10 en el lomo. Pero no fue suficiente, no alcanzó para subir la escala en una noche para el olvido.




IVÁN ISOLANI
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