23:35 UN GRANDE DICE HASTA LUEGO


Las cabezas gachas. Los labios mordidos. Lágrimas. Desconsuelo. Ninguno se anima a nada. Qué hacer para sacarse la sensación de tragedia del alma. Cómo. Cómo un club inmenso, que ha dado tantas vueltas olímpicas, que se ha llenado los ojos con gambetas, nombres y equipos memorables, y que varias veces se ha dado el baño glorificante de los triunfos, hoy se le tiñe el espíritu de negro, la banda se le convierte en mortaja. Este descenso es el postre de tantos desaguisados juntos, de tantas falencias y carencias de los encargados de arriar los destinos del club.
Los resultados hablan. Campaña tras campaña, error de diagnóstico, por ende, remedio equivocado. Planteles armados para pelear y no para subsistir. Cantidad que no le sobró calidad, fueron amalgamando la derrota y la apatía al andar de la institución, dentro y fuera del césped. Lecturas erróneas, pateando la realidad e ignorando el acecho del desenlace.
Esta caída deportiva completa la zaga. Un conjunto que se fue desinflando conforme los minutos. Y diga que desde prematuros tiempos, tuvo la ilusión a tiro, con esa mediavuelta de Pavone que se metió en la ratonera de Olave. Los 11 estaban acorde a la necesidad, movilizados por el resentimiento a tanta agonía. El rival cooperaba, temeroso y arrollado por la ira del Grande. Pero, los minutos, enemigo silencioso que se precipita en todos los órdenes de la vida cumplimentando con su trabajo. Y al César, lo que es del César. Porque el griterío de aliento del comienzo, comenzaba a metamorfosearse para expandirse en murmullos, en un microclima inhóspito para conmutar la redención.
Y Belgrano, refugiado bajo la falda, lograba romper las cadenas, quitarse las ataduras y comenzar a jugar. Vázquez, cada vez que tomaba contacto con la pelota, era el bálsamo y la sapiencia entre tanto hacha y poca tiza propuesta. Ya exponiendo un patrón de juego monocorde y uniforme, River se iba hundiendo y quedando sin aire para continuar respirando. Agotaba los caminos, las variables y siempre terminaba renovando los votos con el centro al bulto, esperando algún error que nunca existió en la sólida defensa Pirata.
Y cuando ya era progresivo el sendero a la mancha en la historia, a la baja de categoría, Belgrano sacó la espada del cinturón y estampó una brochete en pleno corazón de River. Un desacierto garrafal entre Juan Manuel Díaz y Ferrero, que se chocaron a la hora de rechazar, y le dejaron el rebote a merced de Guillermo Farré, que la empalmó como venía y venció a Carrizo.
El panorama era ya desolador. De nuevo a cargar con propios y extraños, con los fantasmas y las penurias para revivir. Lo tuvo cuando, Tavio derribó a Caruso y Pezzota cobró la pena máxima. Pavone, dilapidó la chance de poder dejar algún resquicio de posibilidad. En esa atajada de Olave, casi al medio del arco, decretaba la bajada de telón, y el descenso del conjunto millonario.
Lo triste y lo humano quedó dentro de la cancha, a lo sumo en los hinchas que derramaron lágrimas en la tribuna. Pero el resto, los desmanes, la furia descargada contra los que no suman ni lavan culpas por esta situación, y los destrozos, eso, ni vale la pena comentarlo.

 

 
IVÁN ISOLANI