22:57 UNA VICTORIA CON AMOR PROPIO


Carácter. Esa sola palabra denota un estado de ánimo que, si se tiene, es un paso hacia delante para llegar al objetivo. De esa actitud se encaramó detrás Olimpo para, no sólo dejar el respeto de lado ante el último campeón Vélez, también para mostrarle que su visita a tierras bahienses no iba a ser un paseo más. Con mucho sacrificio, bancando cuando había que hacerlo, y de la mano de la inteligencia de Rolle para administrar los recursos, y del paragua Bareiro para explotar en los últimos metros a pura velocidad y tino. Las claves de la victoria. Vélez mostró una vez más que los que se fueron eran protagonistas y, los que están quedaron, se sentían mejor siendo actores de reparto.
Cancha chica, pero si das espacios y tirás el achique ante hombres rápidos y vivos como Bareiro, que vive en el filo esperando la oportunidad para pegar el zarpazo. La última línea dio el paso adelante a 30 metros de su arquero, justo cuando el punta guaraní hacía la diagonal al vacío. Ya en el retroceso, la desesperación por cerrar llevó a subsanar el error como sea, desatendiendo la entrada de Rolle por el centro, que la empalmó sin pararla para cambiarle el sentido a la trayectoria y abrir el marcador en apenas 11 minutos de juego.
A río revuelto, ganancia de pescador. En la confusión, Olimpo hacía la diferencia. Sin tantas pretensiones en cuanto al cómo, el equipo bahiense se fortalecía desde el esfuerzo físico, y gozaba de la falta de frescura y de cualidades del Fortín de Villa Luro.
Zapata no pesaba en la mediación entre defensa y ataque, por las bandas no pesaban en lo individual por el doble marcaje del Aurinegro. Entonces, como todos los faroles estaban orientados hacia la impronta de Juan Manuel Martínez, y como el Burrito era la aduana necesaria, Olimpo se armaba con mucha gente en pocos metros de su campo para no conceder margen de maniobra en las inmediaciones del loft de Tombolini.
 Augusto, increscendo e su prestación por su carril, sumado al buen tino de Tito Canteros para romper con su línea y transformarse en un acompañante de cada avance. Vélez crecía a partir del trabajo de recuperación del balón. A partir de ese dato, se estructuraba una remontada que daría sus frutos a los 40’, cuando Canteros mandó un centro al medio del área, por encima de la dupla de zagueros, se elevó Guillermo Franco, marcando la igualdad transitoria con un cabezazo bombeado por encima del arquero.
El problema que comprometía al conjunto dirigido por Gareca, radicaba en el sentido que lograba darle a la circulación del balón. En esa disputa por el monopolio, todo intento por imponer sus condiciones y argumentos, chocaban contra la disposición de Olimpo, que se movía con más soltura y simpleza. El de Bahía apretaba en bloque, mientras que la V salía de a uno. En esos pequeños desbarajustes, el retroceso a posturas defensivas era lento e incompleto, dejando huecos, sobre todo a espaldas de Augusto Fernández, lugar que explotaba Lucero con su profundidad, y Rolle, que se recostaba para organizar desde ahí todos los ataques.
A los 25’, pared de primera entre Rolle y Lucero, que llegó al fondo y, con el centro de la muerte, lo encontró a Néstor Bareiro de frente en plena área chica, que no tuvo más que ubicarla para superar a un indefenso Barovero sobre la línea de gol. Otra vez cuesta arriba para el Fortín, que en ningún momento encontró la senda por dónde fortalecer su espíritu. Encima, para colmo de males, el árbitro Delfino cobró un penal de Rosada a Franco, cuando la jugada terminaba con gol de Cerro. Unos protestaba por la ley de ventaja, y otros por impotencia. Lo ejecutó Franco, que en todo momento evidenció el destino de su remate. Tombolini se estiró y con los pies la alcanzó a despejar.
No estaba en los planes de la noche bahiense que Vélez se trajera algo para Liniers. Más sensaciones encontradas e interrogantes, que confirmaciones.



IVÁN ISOLANI