20:03 EL FÙTBOL POR SOBRE LOS MÙSCULOS


El físico y los músculos se van a cansar, la pelota no. El Madrid corrió para amansar a la fiera, pero al Barsa no hay medicina que funcione. Que corran los contrarios por tratar de dificultar el movimiento de la pelota, total, siempre van a perder ante el humanismo y la inercia. Hoy Barcelona desplegó y se desplegó. De menor a mayor, superó el tacticismo del archirrival, y con un fútbol en pleno ascenso, terminó reduciendo al Madrid a la mínima expresión.
22 segundos tardó el plan de Mou. Alta presión, asfixiante y al hueso del ADN blaugrana. Un error de Valdés en la salida, un pase de Di María que intentó ser una habilitación pero no dio con el rótulo. Le quedó a Cristiano en la puerta del área, su remate que rebotó en Busquets en su afán de taparlo y le quedó a Karim Benzema en el punto del penal. Letal. Con Ronaldo y Di María bien abiertos y con la premisa de bloquear a los receptores cuando en el movimiento de rotación del balón por el piso, Víctor Valdés es el ejecutante. Si buscás el toqueteo sin sentido y sólo para sacarte la pelota de los pies sin pensar el destino, tarde o temprano uno cometerá un error. Y si es en la zona de peligro propia, el rival tendrá ventaja y uno correrá desde atrás y viendo jugar a los otros.
El Madrid comenzó presionando en la geografía del terreno, tanto en la latitud como en la longitud del balón. Planteándole desde la actitud, la premisa de mostrarle las calles por dónde quería que el equipo de Pep atacara, y desde ahí promulgar sus anticuerpos. El Real acondicionó su idea inicial al ejercicio del fútbol que ejerce el Barcelona. Cómo defender cuando te atacan, atacando y yendo a por lo mismo que mi adversario: la posesión del balón. Hoy cuesta ver equipos que representen el legado de ordenarse a través de la pelota como herramienta primordial. Ver 2 que lo intenten hacer, uno por filosofía y convicción, el otro como plan para neutralizar y crecer desde lo estratégico, emplazado en lo físico.
Los del Barsa rotaban y no daban indicios de por qué sector iba a producirse el cambio de ritmo. Todo eso síntoma del pressing y del orden como puntos de partida en los que se situaba la idea Merengue. Alcanzaba a cortar los circuitos y las sociedades en el sector medio, con Özil encima de Busquets o Xavi para que la fluidez de la latitud y longitud de los pases no sea pulcra, sino forzada.
Pero el Blaugrana no es sólo una máquina, un todo. Ese todo se nutre de partículas que, en cualquier instante, pueden por sí sola crear un microclima para explotar. Para romper con los anticuerpos que propone el rival, hacen falta buenos jugadores, con la mente un segundo adelantada al resto para ser y hacer de un momento una situación. Messi logró filtrarse de frente al área, en plena transición a posiciones defensivas del Madrid, y con Lass mirándole la 10 en el dorsal, puso un pase al vacío para la diagonal de Alexis Sánchez, que definió cruzado ante del cierre de Pepe para marcar el empate.
El sistema y la presión pueden condicionar la creatividad, pero siempre, siempre hay un segundo en los casi ’95 de juego, en donde el instinto de supervivencia logra romper las barreras y burlar los esfuerzos físicos por mantenerlo manso. El Madrid, tras el cimbronazo de la igualdad, redujo su despliegue, bajó la intensidad y la verticalidad en el modo de gestar la recuperación –siempre lejos de Casillas-. Y contra el Barcelona, el estatismo y el no hacer coberturas en bloque y respaldados, suele ser contraproducente.
Por la fortuna también vale. No fue bonito, no fue estéticamente vistoso, pero fue gol. Ya la guardia del Madrid no estaba alta, no cambiaba golpe por golpe, sino que intentaba cuidarse del zarpazo rival acurrucándose cerca de su arco. Y de un remate de Xavi, la pelota se desvió en la circunferencia en Marcelo, y tras pegar en el poste, la pelota terminó entrando ante la estirada de Iker Casillas.
Iniesta comenzó a jugar en el complemento, y con espacios y jugadores rivales cansados, el balón comenzó a moverse de un lado al otro sin chance de ser interceptada, con frescura y con la facilidad plena para arrancar una jugada subiendo Dani Alves por su sector, y que el punto final fuera Iniesta, volcado por la izquierda. Así de sencillo lo hace el Barcelona, así de profundo y vertical puede ser utiliza al balón y a la movilidad como arte y como variable para desarticular una defensa. Ya era tarde para amagar una quietud de las aguas, viendo cómo uno se regodeada en el terreno, creciendo en sus modos, mientras que el otro se iba marchitando.
Aumentó Fábregas, ausente y desparecido en todo el partido, pero cuando apareció, facturó. Un centro medido de Dani Alves al fondo, para la entrada de Cesc a espaldas de Coentrao, y con una palomita venció a Casillas. Ya no había caso.


IVÁN ISOLANI
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