22:57 TODO UN CAMPEÓN




Fueron 3 años de sequía. Eran. Hasta hoy. Hasta hace un poco menos del semestre. Hoy fue la rúbrica, la estampa y la confirmación de un proceso, que explotó con el tiempo. Un equipo que excedió los márgenes cada vez más corridos de este fútbol argentino. Este Boca, sin brillo dirían los líricos, pero con una estructura que hace que todo el que vista la azul y oro de un plus extra. En el espectro, mientras todo el segundo pelotón se debatió entre la senda de la irregularidad y los vaivenes, el Xeneize encontró en todos en todos un todo. Una roca granítica que edificó esta consagración desde atrás hacia adelante, con nombres y hombres.
Boca no necesitó exprimir la máquina para establecer rápidas diferencias ante este inexpresivo Banfield. Necesitó apenas de la repetición una vez más ciertos procedimientos colectivos, y emplazarse en ellos para construir una superioridad inexpugnable. Una más de las tantas diapositivas. No se agarró de lo insulso e incoloro del equipo de La Volpe, con muchas rarezas desde los posicional en la práctica, y apiñando gente en torno a constituir una red capaz de interceptar el flujo de fútbol Xeneize. En el laboratorio, todo bárbaro. Pero no pudo. A este Boca le basta siempre con hacer lo más simple, lo que el sentido común le demanda, y desde consignas y engranajes particulares pero dentro de un todo uniforme, fue ampliamente superior.
La presión del equipo del Sur, lejos de ser pegajosa y en bloque, no fue nunca rigurosa. Banfield hizo sombra, sin coberturas ni marcas escalonadas, dejó que Erviti fuera el desahogo para tanto congestionamiento de piernas en la transición. Pochi Chávez, confiado, importante en el rol de tomar los tiempos y elegir cuándo y por dónde romper para la llegar hasta el hueso. Inteligente, ubicó los espacios vacíos y, con la madurez de un titiritero, cada vez que habilitó a un compañero libre, lo puso en una posición ventajosa. Mouche, ya no el zurdito por derecha, flotó por todo el frente de ataque y, cada vez que cortó camino con algunas diagonales, sacó a pasear a los stoppers y al líbero Carboni, demasiado pesado y tosco para salir a la bartola en soledad.
Tuvo en Cvitanich al oportunista, al bombardero que sin entrar en el relato de las radios, tocó dos y fueron gol. Así nomás, sin contar con el lirismo de un Roger o un Nalbandian, este modelo Xeneize de Falcioni resigna el mote de equipo que juega lindo, por equipo que juega bien. El modelo sólido desde la cabeza hasta los pies, con la consistencia mental y la adultez futbolera demarcada por el laburo, y la practicidad que lleva a ser efectivo. Este equipo sabe lo que quiere, y lo va forjando, lo va moldeando con la paciencia de un alfarero, de un alquimista. Un Rafa Nadal todo terreno.
Rivero y un golazo para confirmar el mito de que hay ciertos jugadores hechos a la medida para ponerse esta remera. A partir de ahí, no hubo más. Boca no necesitó más, ¿Para qué? Y Banfield no supo cómo colarse en la foto del campeón, como alguna tía medio pasada de copas o algún familiar lejano. Boca hizo la plancha, contó el tiempo como un 31 de diciembre a las 12. Le alcanzó, básicamente, con tener una marcha más que el resto. Mientras los demás se debatían en el que ser más y no consustanciarse, el Expreso made in Pelusa nunca perdió de vista su norte, ni el plan para conquistarlo.


IVÁN ISOLANI
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