11:35 FÚTBOL HERMOSO

Por la casualidad, no triunfó la causalidad en el resultado final. Por error en la toma de decisiones en la zona de los aciertos, o por alguna oposición corporal –casualidad-, la rotunda convicción del Barcelona, que salió a matar con sus armas ya costumbristas –causalidad-, no logró traducir semejante concierto en el resultado.
Con el objetivo de alterar el ecosistema en el cual el Arsenal mejor agota sus recursos, el Barça comenzó presionando en campo contrario. Con sus líneas muy compactadas para no permitirle tiempo a los volantes ingleses para que tejan su telaraña de toques, se movió en bloque, creando sus anticuerpos tácticos con el permanente achique de los centrales a espaldas de Busquets, acortando su desparramo de hombres para negarle a Cesc, Nasri y Arshavin complicar con su constante movilidad.
Los Gunner arracimados, abroquelados tapando agujeros o dependiendo de las salvadas de Almunia para intentar torcer el destino casi pactado. Pero lo cierto es que jamás encontró las soluciones al mecanismo que le contrapartía los blaugranas, no supo cómo hacerse del balón por propio mérito. Sólo ofició de partener y de sparring para la exhibición rival.
En la etapa complementaria, y para darle sentido empírico a todo lo elaborado en los 45’ iniciales, Ibrahimovic –por duplicado- se escapó en soledad y firmó dos goles de visitante que parecían haber sentenciado la faena en el Emirates Stadium. Es curioso, porque cuando se propuso formalizar todo su performance, los imponderables del fútbol se lo negaron. Y cuando se cobijó en el silencio como estandarte, golpeó un uno dos nockeador.
La entrada de Walcott le dio al Arsenal, esa cuota de rebeldía que la atadura y el amedrentamiento del rival le habían condicionado. Fue ganando terreno ante la merma en lo físico de los de improvisado amarillo, y encontró en el ágil morenito, además del autor del descuento, al revulsivo que contaminó la calma que el formato Barcelona había establecido.
De la goleada en la primer etapa, al quedo general. Porque se agotó el vértigo y la perfección del engranaje, y el Arsenal, sin su habitual juego pero con la corazonada de ir hacia delante, se vio a un gol de distancia en el score.
Penal de Puyol a Fábregas, roja para el capitán catalán, y el otro catalán –Fábregas-, empardó las acciones desde la pena máxima. De golear a rearmar la defensa con Milito y prescindir de Messi. Por este tipo de circunstancias, decimos que el fútbol es tan hermoso. Sin dudas, es la dinámica de lo impensado.
IVÁN ISOLANI