19:00 COSA DE CRISTIANOS


 El Real Madrid le ganó 1 por 0 al Barcelona en Mestalla y de esta manera, se adjudicó la Copa del Rey. Necesitó el encuentro del tiempo extra para definirlo, con un gran cabezazo de Ronaldo, para tener un campeón.
Los cuatro del fondo bien plantados en la línea del área grande para entrar y salir detrás de los contenciones y achicar el margen de maniobra. Özil volvía con Adriano y Di María haciendo el recorrido con Dani Alves para no dejarlos escalar en libertad, y que no queden expuestos a los componentes del triángulo de hombres ubicados escalonadamente por el centro, abocados a desmantelar a la sociedad y la construcción del juego entre Xavi e Iniesta. Pepe era el encargado de salir a tomar al capitán blaugrana, y el alemán Khedira hacía lo propio con el Cerebro, apretando convencidos de esa acción casi hasta la zona de los centrales, obligando tanto al portador del balón como a los posibles receptores, a que tuvieran que combinar velocidad mental y rotación para deshacerse del pressing madrilista.
Con esta disposición táctica, el Madrid no intentaba discutirle la posesión del balón, pero sí, lograba someter al Barça y hacer que juegue en los lugares secundarios para el fútbol que intenta establecer el equipo dirigido por Guardiola. Los encargados de establecer las bases del buen toqueteo eran bien tapados, y la salida dependía de los posibles intentos de filtrado de algún balón desde la última línea, teniendo que atravesar la activa movilidad de los 3 volantes, que eran 5 cuando se unían los aleros al trío de contenciones por detrás de la línea de la pelota.
Cortándole los circuitos desde la comunión, nunca una corrida en soledad para perder ante un pase, Barcelona no sabía qué hacer con la pelota, que paradoja. La poseía, pero a 50 metros de Casillas, todo ese campo que los rivales le conceden habitualmente, prefiriendo defenderse más cerca de su meta, el conjunto de Mourinho no sólo que no se lo brindaba, sino que neutralizaba los receptores y le daba cierta libertad al transportador, hasta que alguno se desprendía del panal y del racimo bien compacto y, con el manual anti Barça estudiado al dedillo, le bloqueaba los caminos al rival.
Con el correr de los minutos, la pelota fue ganándole terreno al físico, a las piernas que ya no respondían con la celeridad y la perfección de la primera etapa. Khedira y Pepe ya no prevalecían en su empresa por anular las apariciones de los motorcitos del Barcelona. Messi más participativo, eso hacía que las virtudes técnicas y colectivas de los culés fuese asomando por sobre la rigidez –que ya no se sostenía desde el costado de la musculatura- del andamiaje defensivo del Real. Así es como Casillas, que había sido un protagonista de lujo por su inactividad, ahora tenía que salir a socorrer a sus compañeros ante la insistencia y la multiplicación de las casacas blaugranas.
En el tiempo extra, ambos se debatían en ir, pero no descuidarse en la covacha. Los de Madrid defendiendo con más corazón que piernas, y los barcelonistas yendo pero sin tanto argumento colectivo. En una contra, Marcelo se la robó a Messi y, cuando pudo lastimar, lo ubicó a Cristiano Ronaldo por el segundo poste, y arqueando su cuerpo en pleno despegue, le cruzó el cabezazo a Pinto para colgarla de un ángulo.
El resto del tiempo extra, tuvo al Barcelona buscando imperiosamente el resquicio por donde vulnerar al que se iba a llevar la orejona. Tras el gol, el Real defendió con todos sus componentes cada centímetro en su campo, y un poco observando el reloj por falta de energías, pudo consagrarse campeón.

 

 
IVÁN ISOLANI