22:34 LA PUNTA LE PERTENECE A LA BANDA

La punta le pertenece a la banda, o a las bandas, porque con Augusto y Moralez, el Fortín es el único líder. Un fútbol bello, en lo individual con la indecisión de un nombre que haya sido mejor que el otro, pero siempre respaldado por lo colectivo, este Vélez aceitado, desde los 15 minutos de la primera etapa, usó y abusó con una precisión y elegancia de la pelota, que se entregó mansamente y, pese a tener que transitar un terreno que roza la comparación con un potrero, ganó, goleó y gustó ante un Estudiantes que se disuelve y se escurre en su magro presente. Vélez, con su volumen y su capacidad, redujo al Pincha a su mínima expresión.
Estudiantes, ajustado al libreto predispuesto por Berizzo en la previa, presionando con mucha insistencia y fiereza a los medios de Vélez, y forzando la concreción de las sociedades y la generación de juego en el círculo central. Braña bien ensimismado a Ricky Álvarez, Verón patrullando con intensidad por donde corriera la línea del balón, y lo propio hacían los aleros externos con los ídem velezanos, no dejando armar con simpleza el ataque al rival. El Pincha, desde esa agresividad, lograba partir en los primeros minutos al Fortín en dos, sin consustanciar la faz defensiva con el polo más adelantado, porque los de remera roja y blanca sometían a los de la V azulada, y así, lograban interceptan toda tentativa de peligrosidad.
Pero esa misma tendencia a disputar cada pelota despojado de soltura, a partir de los 15 minutos se le volvía en contra, porque tanto Braña como Verón ya estaban condicionados por la amarilla. Desde esa obligada merma, sumado al desgaste físico expuesto, comenzaba a crecer Ricky Álvarez en la conducción desde su punto más retrasado, desplegando tanto a Moralez como a Augusto Fernández por los bordes en su empresa ofensiva, jugando con el poco apego por el retroceso de los carrileros del estudiantil, y tener así mayor libertad para desestabilizar a los del fondo.
Vélez ya no sólo que había empardado el trámite, ya lograba hacer estéril esos anticuerpos propuestos por el Pincha para poder frenar el abanico de variantes de tres cuartos hacia arriba. A los 37', Maxi Moralez, con los tiempos cronometrados de las jugadas en su mente, aguantó hasta que Augusto rompió desde su posición lateralizada hacia el centro del área, aprovechando la linealidad de la última línea, y con una inusual soledad, enfrentó a Orión y definió por lo bajo sin oposición.
El gol se correspondía con la gama de variedades que Vélez posee en su manual. Con suma facilidad y naturalidad, arrancaba un segundo antes de toda oposición contraria su circuito de juego por una banda, y terminarlo por la otra, porque no hay garra ni músculos que corrompa la frescura de un engranaje colectivo por demás aceitado, ni mucho menos que sea capaz de sosegar uno o varios jugadores que entienden el juego. En ese trajín, el parado es sólo una anécdota que muere con la volatilidad y la permanente rotación practicada de sus piezas, que no sólo se ofrecen como sociedad para el portador del balón, pero también se desprenden de esa red de toques en pequeños espacios, como hizo Moralez, que leyó muy bien lo que pedía la jugada y sacándole máxima rentabilidad a una defensa Pincharrata en pleno reajuste, le marcó el pase a Augusto por el lado ciego del avance, y con la cara interna de su pequeña diestra, sacó un chanflazo que se le fue cerrando a Orión en el aire y fue a parar directo al ángulo más alejado.
El toqueteo de Vélez desgastaba a Estudiantes, que corría casi por resignación y obligación, pero que quedaba siempre a mitad de camino ante el altísimo volumen de juego expuesto por la visita. Administrando riquezas pero no resignando elegancia en su andar, Vélez entendía que lo mejor era que se moviera la pelota más que lo que lo hicieran las piernas, que con la rotación y las apariciones profundas de sus volantes por los costados, sumado al adelantamiento natural de Álvarez casi hasta la puerta del área grande, más la endiablada ejecución de cada gambeta del Burrito Martínez, y la tozudez de Silva para no darse por vencido. Justamente, entre Moralez, Álvarez y Martínez fabricaron una mini triangulación que derivó en un penal con roja incluida para el Chapu Braña ante Martínez. Maxi Moralez, chiquitito de estatura pero gigante por su rendimiento, se encargó de engañar a Orión y ampliar la ventaja.
Cuando ya se iba terminando el calvario para Estudiantes, entre los ingresados Ramírez y Vuletich construyeron una pared por la derecha, para que el pibe asistiera al Mago por el centro, que sólo tuvo que cruzarla ante un entregado Orión. Cada uno a pensar en su viaje respectivo por la Libertadores entresemana, pero internamente, cada uno sabe con qué cruces carga, y el otro sabe que ese es el camino.



IVÁN ISOLANIabetsen@gmail.com