22:56 NO MUESTRA NADA




A cuánto estarán las pulsaciones internas de los jugadores, con cuánto nerviosismo afrontarán cada pelota en esta situación, que este híbrido Colón de Santa Fe casi le da otra cachetada en el propio Monumental. River ha dejado de respirar tranquilo, y se ha comprado un problema inédito en su historia, y como es novel en este tipo de situaciones, la adaptación le cuesta sangre, sudor y lágrimas. Hasta para arrancarle un empate a este equipo santafecino, que sólo tenía una ficha en su poder, y apostó un pleno a su goleador, Esteban Fuertes, que no perdonó.
River no podía, y Colón no quería. La Banda, pese a tener a Lamela, Lanzini y Buonanotte en la franja de los tres cuartos, ninguno entendía que la presión del mediocampo rival se descomprime con la rápida movilización del balón, no transportando, y sí tratando de avanzar en bloque y a través de pequeñas sociedades. Caruso intentaba revolotear entre la dupla de centrales pero casi que no intervenía en las acciones, mucho menos en el circuito de juego.
Colón esperaba. Con dos líneas de 4 bien pegadas, intentando superpoblar la mitad del campo, con los volantes externos demasiado hundidos y casi doblegando al lateral en su empresa de marcar, lo que aislaba al Kitu Díaz y a Fuertes en la ofensiva. Así, el Sabalero, mayoritariamente, se dedicaba a construir una buena oposición desde la puerta de su área, lugar en donde los sueños y las ilusiones millonarias quedaban truncas por su propia impericia.
En el entretiempo, Jota Jota mandó a Pavone y Funes Mori para componer un frente de ataque cuantificado por hombres decididamente finalizadores de jugadas, cambiando la estructura expuesta en la primera etapa, con sólo Caruso como punta de lanza, y 3 hombres por detrás enganchándose a los mediocampistas alojados en el círculo central. Pero como la sumatoria de delanteros no te aseguro el éxito, a ese terceto bien metido sobre la última línea sabalera, quién le hacía llegar la pelota. River se olvidaba del detalle ínfimo pero primordial de cómo aprovechar la geografía del campo y sobretodo, cómo abastecer al frente ofensivo cuando el manejo del balón en la zona media apenas era discreto.
Colón era un apostador que ponía todas sus fichas a una sola bola, a un contragolpe producto de la desesperación/descompensación del rival por sus nervios. En una mandada de Ferrero hacia el ataque –teniendo 3 puntas, ataca el líbero-, Luque jugó el único morlaco que disponía, y vio al eterno goleador Bichi Fuertes entrando por el centro, que tiró un caño para sacarse de encima a Román y cuando tuvo un metro, remató de zurda a Carrizo para marcar el gol del silencio.
Los minutos pasaban, y la pelota quemaba. El escenario silenciado, salvo por recriminaciones y murmullos tras algún desacierto, constituían una parada bravísima para los muchachos riverplatenses. Hasta que, en la primera que los 9 pudieron enlazarse y coproducir una llegada con peligro, con Funes Mori encarando y cediendo para el desborde de Pavone por izquierda, que lo ubicó en soledad a Caruso por el segundo palo, que no tuvo más que tirarle el arco a bajo a Pozo, que había quedado a mitad de camino con el centro.
La situación continúa llevándose el protagonismo. Los ojos, los dedos siguen viendo números, escuchando posibles variables. Lo que sí es un hecho, es que cada minuto, cada jugada, cada pelota, a los jugadores millonarios les pesa, les quema. Los ahoga.

 

 
IVÁN ISOLANI