17:08 SOLTEROS CONTRA CASADOS TELEVISADO



No hubo equivalencias. Los nuestros, que se conocen pero de jugar en contra o de puro nombre, entraron a la cancha algunos sin saber el nombre de pila del compañero de al lado. Y desde ese argumento, hay que agarrarse para explicar cómo Nigeria goleó por 4 a 1 a este Sub 25 -Selección B-. De conceptos colectivos nada, atribuible a la escasez de tiempo de laburo, y en lo individual, muchos se cayeron cuando Uche marcó el primer tanto, allá por los 10 minutos del primer tiempo.
Buen desborde de Obi ante Insúa, le ganó con el habitual aporte de la musculatura y el ADN africano, en la puerta del área chica lo ubicó a Kalu Uche, que le robó la pelota a su propio compañero Anichebe, y como pudo, se perfiló para su zurda y remató, encontrando la pierna de Garay en el camino, lo que privó a Gabbarini de poder hacer algo al respecto para intentar sacarla.
A los 26', el árbitro sólo juzgó un roce como infracción de Fazzio sobre el punta Anichebe dentro del área, que Obina se encargó de cobrarlo para ampliar ventajas. Si el primer gol había instaurado una barrera para los muchachos albicelestes, este gol sí que partía definitivamente los argumentos teóricos que Batista, con poco tiempo físico, intentaba transmitirle.
Nigeria sacaba provecho de esas inconexiones, porque sus volantes corrían y se desplegaban para cortar la circulación del balón y su traslado desde los pies de Tino Costa y Belluschi para abastecer a los 3 de arriba. Encima, era práctico, porque dejaba que Argentina ganara la primera y se confiara para cantar truco, y recién ahí contraatacaba por las andas, tomando muy desarticulada a la Nacional en la transición de ataque a defensa. Así coronó el tercero, con Obina transportando y esperando que Taiwo arrollara con su pique al vacío por la izquierda, y como venía la empalmó para encontrar a Uche en soledad por el segundo palo, teniendo sólo que tirarse en palomita para llevar a su dopieta en la tarde
No había oposición desde los nuestros, que poco podía realizar desde lo individual, ni mucho menos desde el costado colectivo, desactivado en el abanico de posibilidades. Boselli miró cómo los envíos por lo alto le pasaban a varios metros de distancia, Gaitán y Perotti no pesaron ni en el mano a mano, ni entrando en el entramado del fútbol gestado con muchos inconvenientes en la zona céntrica del terreno. Y defender hoy parecía algo imposible, con una línea defensiva estática y demasiado lenta ante la potencia de los morenos. El cuarteto lo puso Emenike, que recibió un pelotazo a espaldas de Insúa, y con tiempo se la tocó sutilmente por encima de la cabeza a Gabbarini. A esta altura, la actuación argentina rozaba lo paupérrima, y los nigerianos se floreaban a voluntad.

 


IVÁN ISOLANI