18:14 MUY VERDE (LA) AMARELHA




Hoy parece que, mientras más cantidad de delanteros ponés en cancha, menos poder de ataque y profundidad lográs. Argentina el otro día, Colombia ayer, y hoy Brasil no le escapó a la mediocridad. Sin un funcionamiento internalizado, conviviendo con la pausa de Ganso y el vértigo que promovían Robinho y Neymar, la verdeamarela fue un cúmulo de solistas que no hizo a un todo. Venezuela, estudiosa y demasiado aplicada para la ocasión, jamás perdió el norte en su empresa de neutralizar para luego intentar jugar y, con valores muy altos, le robó las luces del protagonismo al fuerte Pentacampeón.
El partido estaba claramente definido, y pocas chances de variar tenía: Brasil tocando y haciendo circular el balón sin mayor apremio desde la salida, con los centrales bien plantados o bien con el volante más retrasado Lucas Leiva. Involucrar a ambos laterales como variante ofensiva, un mandato histórico para este fútbol. Eso sí, una vez que Ganso entraba en la red de toques, esa rotación carente de sentido comenzaba a tener una ambición, un objetivo claro. Ganso iba al ritmo de los enganches, con la simplicidad en su ADN, pero Robinho y Neymar, eléctricos en sus revoluciones y bailando más al ritmo de la samba, retenían demasiado el balón entre sus pies, y con chiches o movimientos que no eran productivos, desaprovechaban a Pato, expectante y siempre bien perfilado para explotar su pique corto.
El ritmo era monótono, monocorde. Venezuela se multiplicaba para intentar cortar escalonadamente las pequeñas conexiones en corto verdeamarelas. Permitía que Lucas o Ramíres distribuyan sin mayores apremios, pero cuando Ganso era el interlocutor que trasladaba, Rincón o Lucena aunaban esfuerzos para tomarlo, contribuyendo también con los laterales en la cobertura de Neymar o Robinho. Así, Brasil gestionaba sus avances conviviendo con 2 velocidades: la pausada y refinada de Ganso, más adecuada para las rupturas al vacío de Pato y las escaladas de los laterales, y el vértigo mezclado con el firulete improductivo de Robinho y Neymar. Está claro que, Brasil pasó de la explosión a atacar sin calidad, sin ningún tipo de argumento convincente.
Pasaron los minutos, y mientras la Canarinha había perdido los modos y los camino para elucubrar acciones empíricas de peligro para el arco de Renny Vega, mostrando una falta alarmante de funcionamiento y dependiendo al extremo de alguna de sus individualidades, cedía ante el fino y silencioso laburo de la Vino Tinto para hacerse fuerte ante el fuerte. Seguro, respaldando al compañero y achichándole el margen de maniobra al rival, el bloque defensivo planteado por Farías combinaba presión y coordinación en las entradas y salidas para neutralizar los posibles achaques. Rincón y Lucena se complementaban a la perfección para cortar y contener, el Maestrico González, desdoblado entre el ida y vuelta y la conducción de la pelota al compañero. Venezuela estudió muy bien su libreto, y reconocido como inferior, neutralizaba todo el potencial brasilero.

 

 
IVÁN ISOLANI