23:21 ENDEUDADOS


Como todos los equipos del fútbol de Primera División. En deuda en el juego, en los argumentos, en las diferentes búsquedas, tanto en la del arco rival como en las tácticas para evitar el potencial del rival. Y Racing y Tigre no le escaparon a este común denominador. Mucho en lo físico, poco en lo cerebral. Racing usó dos veces la mente como arma, en la primera marcó el gol, con su punta de lanza Teo Gutiérrez. Y en la segunda, se retrasó también producto del agotamiento físico, y le regaló campo y pelota a Tigre, que pese a la escasez de recursos, fue y fue y terminó llegando a la igualdad, por medio de Ramiro Leone.
No se es más ofensivo por acumular delanteros, mucho menos por intentar ser siempre vertical. El factor sorpresa, muchas veces, termina rompiendo con cualquier especulación y esfuerzos por oponerse. Un Racing apurado, que enseguida que tomaba contacto con la pelota, se enceguecía y trataba de llevarse todo por delante. Sin pausa ni cuota de cerebralidad para discernir cómo, cuándo y por qué caminos buscar la ventaja ante la estructura rígida y con hora de laburo del Tigre del Vasco.
En la primera ocasión que un medio blanquiceleste sorprendió con un pique al vacío, encontró su regalía. El debutante Lucas Castro abandonó su zona como volante para romper por el callejón libre entre los contenciones, y con su zancada prepoteó a pura potencia por derecha y, con un centro medido, lo ubicó al goleador Teófilo Gutiérrez en soledad por el palo opuesto, que sólo tuvo que meter el pie correctamente para inflar la red. Así se comportan los equipos de Simeone, muy dinámicos y basándose en lo físico, pero cuando se le agrega la inteligencia al servicio de las necesidades, suceden este tipo de goles.
Tigre, sólido en su tronco, presto para cumplir con el objetivo a prima facie de no desordenarse y de no perder la compostura. Pero claro, al verse abajo en el marcador, debió cambiar el libreto y tratar de construir más que destruir. Y ahí es donde desnudó sus falencias más notorias, porque agitaba el árbol y no se le caía ni una idea. Moralez no encontraba un par con quien dialogar de fútbol, y terminaba dentro de la misma inercia que sus compañeros.
Algo que mostró como arma la Academia, fue la cooperación en el retroceso de los extremos. Salvo Teo, el resto pasaba la línea del balón para acortarle el margen de generación y asociación en la zona central a lo volantes del Matador. Lugüercio y Hauche completaban el mediocampo, respaldando a los laterales y siendo mayoría un equipo corto en su campo.
El combustible le duró 60 minutos a la máquina del Cholo. Fundidos los extremos, resentida la transición, se le habría una puerta a Tigre para poder explotar ese quedo. Arruabarrena mandó a cancha al petizo Carrasco, que se llevó a la rastra en su primera intervención a un Lugüercio agotado, y como Cahais estaba afuera siendo atendido, no tuvo dificultad para sacar un centro que cayó con fuerza en el segundo palo, para que Leone se anticipara al cierre de Pillud y estampara la igualdad.



IVÁN ISOLANI