22:54 MURGUITAS DEL SUR


No cuesta mucho encontrar argumentos de los cuales agarrarse para explicar cómo se puede llegar a semejante muestra de un fútbol mal jugado, anémico en todo concepto. Dos equipos sin signos vitales, despreciando al balón como herramienta de construcción, como identidad. Este empate a 0 entre Olimpo y Boca, habla a las claras de la real magnitud de la sangría del fútbol interno, donde los indios son multitud, y los pocos caciques terminan perdiéndose entre la muchedumbre.
Nuevamente, y como una prolongación de la temporada anterior, Boca mostró su cara apática, sin otra marcha más que la de su líder Román Riquelme, que cada intervención lo tuvo a kilómetros de donde sus pases se cuentan como habilitaciones. Erviti nunca fue un socio utilitario. No fue ni capitalista ni un obrero dispuesto a acercarse a la zona de mayor tránsito del balón. Es cierto que, mayoritariamente, la pelota deambuló por los aires, producto de rechazos sin sentido ni destinatario, y que ni en cuenta gotas se vio una mínima fluidez en la circulación del elemento, ni de los intérpretes hacia el espacio vacío, lo que benefició el patrullaje de los anticuerpos de ambas defensas.
En un reducto pequeño y singular como el Carminatti, hay que apelar a otros tipos de artes y argumentos. Ser rápidos en el traslado, tratar de hacer amplio el terreno y tomar como búnker de operaciones estratégicas el círculo central. En eso Olimpo fue más práctico, ahorrativo y sin preámbulos para no depender exclusivamente de movimientos coordinados por abajo, ya que con un pelotazo para Furch o Bareiro se simplificaba toda carencia asociativa.
El Xeneize fue igual de pausado, parsimonioso a la hora de ambicionar verticalidad. Lento y lerdo en la salida desde el fondo, sin involucrar convencido a los laterales como variante a la mitad de cancha, y como todo queda reducido a alguna iluminación del 10, cosa que los rivales de antemano conocen, el equipo se vuelve previsible, fácil de neutralizar.
La tenencia del balón, lejos de ser un bien escaso, fue un castigo, que dejó expuestas las carencias y la falta de argumentos válidos para torcer el rumbo mediocre en el que se desarrollaron los 90 minutos. Y ese peor castigo, termina significando un premio. Al menos sumaron, pero créame, que por lo hecho, no merecían ni el punto del empate. Semana de excusas y análisis superficiales, que jamás irán al hueso.




IVÁN ISOLANI