18:16 UN TIGRE VEGETARIANO, A PURA LECHUGA


Para no romper con la horizontalidad de nuestro bendito fútbol argento, Tigre y Godoy Cruz mostraron más virtudes en la hombría mal entendida y en la fricción, que en el buen juego asociado. Los dirigidos por Arruabarrena, conociendo que esto y sólo esto es su caudal cualitativo, corrieron, metieron y, a través del buen manejo de balón de Román Martínez, impusieron sus intenciones ante un equipo mendocino que continúa sin encontrar la senda que tan buenos resultados le dio.
Con Cachete Moralez más cerca de la posición de Román Martínez, Tigre a priori iba a ganar en calidad en la tenencia del balón. Pero la fricción y la rusticidad fueron tiñendo y contagiando hasta corromper, un encuentro ordinario. Porque el local tenía serios problemas para incorporar a los carrileros a la zona donde puedan ser útiles para alimentar a Luna y Maggiolo.
Godoy Cruz, sin la frescura en la circulación de otrora por la medianera, con Villar inconexo en la gestación del juego, Damonte tampoco pesaba. Eso llevaba al ecuatoriano Franklin Salas, que duró en cancha hasta que Da Silva se cansó de su tranco cansino y desganado, a tener que alejarse demasiado de la zona donde puede serle más útil al equipo.
En la primera oportunidad en la que el Román de Victoria se escapó del barullo global, visionó un pase sutil por detrás de la última línea mendocina para la diagonal de Ezequiel Maggiolo, que la empalmó con la diestra sin pararla, y la ubicó esquinada contra un palo. Un poco de silencio entre tanto ruido. Con el gol, a Tigre se le abría un panorama distinto. Oliendo sangre, percibiendo las vicisitudes en el retroceso de un Godoy Cruz sin norte, con la mente desordenaba y canalizando su impericia actual con un juego brusco.
Correr corren todos, meter metieron bastante, pero en la parte creativa-mental, de poquito para abajo. Mucha presión y ahogo en la mitad de la cancha, con poco tiempo y espacio para levantar la cabeza y elegir la mejor oportunidad, todo respaldado por el achicamiento hacia delante de las defensas. Si a la escasa variable en la rigurosidad de los anticuerpos defensivos, le agregamos que son contados con los dedos de una mano de los 22 presentes, los que son capaces de romper con la media en este devaluado fútbol, este juego era uno más del montón.
Con la cara lavada por Da Silva en el entretiempo, el Tomba sacaba de sus cenizas algo de pulso. El ingreso de Gonzalo Cabrera no sólo que era positivo desde el contagio, también le imprimía una dosis de atrevimiento del modelo patente 2010. Tigre no tenía la pelota, se desgastaba más por destruir las posibles conexiones del rival que en intentar tomar las riendas del partido.
En el momento en donde las acciones mendocinas iban cotizando cada vez más alto, el pibe Aguilera la regaló en plena salida, el Chino Luna guapeó y le puso un centro a medida a Maggiolo, que venía por el centro persiguiendo todo el desarrollo de la jugada, y que sólo tuvo que poner la cabeza para sentenciar a Torrico.
Des de ventaja, ante un rival que cuando sintió el bombeo en su corazón, recibió la daga del Matador. Pero, cuando un equipo no se siente seguro, no tiene paz. En una racha directamente proporcional con lo irracional que se nos volvió este deporte, primero Galmarini, el capitán, le puso fin a una tarde cargada de nervios con una imprudente trabada con ambas suelas para delante. Beligoy le mostró el camino de la salida, y un puñado de minutos después, Cabrera desbordó por izquierda, lo ubicó a Tito Ramírez, que pivoteó de primera para que Villar, entrando al área, descontara para ponerle picante a los últimos minutos.




IVÁN ISOLANI