19:01 VOLVIENDO A LA GIMNASIA DEL TRIUNFO


Hasta que la pelota no ingresó por primera vez al arco defendido por Monetti, con ese zurdazo de Funes Mori al que todo delantero le gustaría tener como opción, River era el mismo. No había frescura ni novedades en lo medular, pese al cambio de nombres. A partir de esa acción del juego -la segunda ruptura del trámite-, el conjunto Millonario maquilló sus facciones y construyó, desde el resultado, una diferencia clara y establecida con su rival, que no encontró respuestas ni argumentos como para dar vuelta la cuestión.
La primera ruptura significó el penal que Chichizola le contuvo al Turbo Vargas a los 11 minutos del primer tiempo. Hasta ese momento, prevalecía la idea pergeñada por Ingrao, con el aprovechamiento integral de las espaldas de los carrileros de la Banda, que iban con agresividad pero no retornaban con la misma contracción. Desde esa falla conceptual, Casco cabalgó en soledad y sólo las dos tapadas de Chichizola lo pudieron frenar. En el rebote, Díaz lo bajó torpemente en los límites del área a Vizcarra, y Toia señaló el punto penal.
A partir de ese momento, las acciones del Tripero no cotizaron con la misma fluidez, y River, continuando con la saga de presentaciones apáticas y poco evolutivas en lo contemplativo con el juego, luchaba con la oposición del rival y también con los fantasmas y las vicisitudes propias.
La presencia de Mauro Díaz no era solución a la soledad del Chori Domínguez en la gestación del circuito de juego. Apagado, sin brillo y no pesando en la contribución de la movilización de la pelota del centro hacia las bandas, la estructura y lo macro estaba en deuda complemente.
Gimnasia eligió con más sapiencia cuándo salirse de su estructura conservadora, y el Millonario, con el peso de tener a su cargo la posesión del balón y la dominación del campo, intentaba pero sin un argumento válido como idea. Iba, pero sin respaldo ideológico ni frescura para tener la mente clara para salirse de sus cadenas.
De arranque en el complemento, el biotipo de calidades de este conjunto de Núñez, más directo y vertical que paciente, desbordó a una línea de tres defensores platenses que, sin respaldo de los volantes externos, tenía destino complicado. Un pelotazo que encontró un desorden espantoso entre Goux que salió lejos y Soto que quedó pagando ante el pique del balón que lo dejó expuesto, y le quedó a Funes Mori, que la arreó unos metros con la zurda hasta la puerta del área, y desde ahí desenfundó un remate potente que se coló pegado al poste más cercano, venciendo la volada inútil de Monetti.
Listo. Las ataduras del 0 en el marcador ya habían sido rotas. Los fantasmas, pillos, cruzaron de vereda y aparecieron vestidos de tripero. A partir de aquí, la paridad establecida se agrietaba y el surgimiento del caudal de River, cotizaba en alza en directa proporción a la merma del Lobo platense.
La definición de la historia devino a los 23 minutos, cuando Díaz se anticipó a su marca y a la salida de Monetti, y marcó el segundo con la cabeza. Ya había tanta distancia entre uno y otro, que sólo quedó tiempo para los aplausos y la vuelta al festejo.



IVÁN ISOLANI