21:10 ACORDE A SU HISTORIA


Un partido, 90 minutos, pero vaya qué partido. River y Central, dos grandes, dos colosos que por circunstancias del fútbol hoy jugaron en la B Nacional, pero que entregaron un espectáculo de Primera. Intenso cuando fue necesario, jugado al extremo y con mucha decisión por ambos bandos. Central lo ganaba con autoridad, basándose en una presión dinámica que atentaba contra el estatismo del esquema millonario, pero apareció el Chori para habilitar a Cavenaghi y desde el empate de la Banda, hacer resurgir al equipo de Almeyda para terminar a las puertas de la victoria.
En el duelo de pares, de grandes en desgracia, River y Central jugaron, sintieron y respiraron el partido como un acontecimiento aparte, ajeno al torneo. Aguerridos, apretando los dientes para intentar vulnerar al rival desde el tesón y la enjundia para no dar una pelota por perdida.
Tanto uno como otro sabían de las cualidades del otro, es por eso que no salieron a mostrar toda la estrategia de arranque. Central, desde la posición de Rivero por delante del único volante de contención, el uruguayo Mozzo, lograba desarticular desde el trabajo de presión t anticipación, al doble pivot central millonario y entorpecer la gestión del rápido y peligroso armado del juego.
Cirigliano poco participativo en ese primer pase, sufrió, al igual que Aguirre, la superpoblación y el congestionamiento de remeras azul y amarilla en el Ecuador del Monumental. Bien tomado Sánchez, Ocampos ausente hasta el quedo Canaya, Central logró neutralizar al Millonario en base a una presión en bloque, y en sectores clave estudiados de antemano.
Central, abroquelado y enfocado en su plan, se hizo fuerte en la geografía del campo. Desde la actitud, desconectó e interrumpió las sociedades que en la Banda son vitales. Acondicionó su ideal inicial, sin renunciar a sus buenas intenciones- a los quilates del rival, y activó sus anticuerpos para reducir el potencial opuesto y poder ser quién tome la batuta del trámite entre tanta fricción.
Y golpeó en el momento preciso, a la entrada del complemento. La pelota, para entrar, debe sí o sí pasar por el filtro de los jugadores, con todo lo que eso conlleva. La visión del juego surge del trajinar, pero la lucidez y las corazonadas explotan desde la rebeldía. Esa corazonada persiguió Rivero, que cuando parecía diluirse el peligro ante tanto contrario rodeándolo, trazó un puente perfecto para el goleador Castrillejos, que en soledad giró y acomodó su remate pegado al palo para concretar en el marcador todo lo hecho.
River volvió a naufragar, a mostrar cómo le incomoda que los rivales le hayan identificado una manera de jugarle. Presionándolo bien encima a los encargados de realizar la transición de defensa a ataque. Pero River continúa siendo River. Jugando mal, no teniendo volumen de juego, pero tiene en su haber calidades, hombres de apariciones. Cuando más empujaba al rival, que ya sentía el quedo en lo físico por las altas temperaturas y había cedido terreno y pelota, el Chori Domínguez encaró y vio la diagonal de Cavenaghi, bien tomado hasta el momento por los centrales, pero esta vez, se le escapó en la persecución a Mozzo, y la punteó ante la salida de Broun para decretar el empate.
Podría haber sido para cualquiera de los dos, pero fue empate. Estuvieron acorde a las circunstancias, a lo que uno esperaba de ellos. Dos equipos fuertes, de carácter, con argumentos para estar donde están, peleando en lo más alto.


IVÁN ISOLANI
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