21:05 LA FIESTA DEL CAVEGOL



La victoria de River Plate no se objeta. No se puede objetar. Por diferencias sustancias e insalvables con el rival, que nunca pudo hacerle sombra. Porque Cavenaghi brilló en toda su magnitud para cerrar un póker implacable, y porque por momentos, cuando apretó el acelerador, mostró y demostró que la categoría le queda chica. Pero hay que introducir en el análisis también, que River comenzó ganando por un grueso error del árbitro Pablo Lunati, que cobró un penal inexistente del arquero Crivelli al Chori Domínguez. Si influyó o no en el desarrollo del encuentro no lo sé. River mereció golear, y lo hizo. Se rehízo de su primer traspié en el certamen, y con suficiencia, paseó por el norte argentino.
El monopolio del terreno y del balón fue íntegro de La Banda. Predispuesto para atacar en todo momento, con variantes en varios sectores claves y una tendencia marcada para utilizar mayoritariamente el sector derecho, con Sánchez más retenido cooperando con Cirigliano en la marca, y dejando el carril libre para que Abecassis suba y preocupe más al pelado Sagarzazú en el retroceso para marcar.
Estableciendo el circuito de juego en campo contrario, el Millonario iniciaba todos sus embates con Cirigliano, el patroncito del medio, que bancaba la parada saliendo a cubrir los costados y dándola siempre redonda al compañero suelto. Ni el Chori Domínguez ni Andrés Ríos entraron en la sintonía de lo que la situación pedía, alejados uno del otro y con pocas asociaciones juntas. Ocampos tampoco entró mucho en contacto en el andamiaje ofensivo, porque el equipo no atacó simple y llanamente por la izquierda, sino que volcó sus fuerzas por el otro costado, pero esa superioridad cuantitativa en la mayoría de los espacios no se traducía en situaciones concretas de gol.
En el momento en el que la presión de la visita comenzaba a mermar, y el Lobo jujeño comenzaba a sacar la cabeza para ver el panorama, Lunati –sí, Lunati- se encargó de sentarlo de un chirlo y mandarlo a un rincón castigado. Lo peor de un árbitro no es el equivocarse, porque es humano y la posibilidad de interpretación es personalista. Pero, el pecado es cobrar algo que, sencillamente, nunca pasó. A los 22’, el Chori Domínguez apretó en la salida a Ferreyra y en el momento en el que iba a eludir a Crivelli, éste se estiró y alcanzó a quedarse con el balón en su poder. Lunati juzgó que lo tocó en la estirada, y cobró penal, que el goleador Fernando Cavenaghi se encargó de convertirlo en gol.
Es cierto que este hecho polémico se roba todos los flashes, pero también hay que sostener que no era injusta la ventaja. Porque Gimnasia planteó sus bases esperando, compactado para poder salir rápido de contra con la comandancia de Luna y con los costados como punto de apoyo, pero el partido nunca le habló el idioma que el Lobo pensó que podía surgir. EL medio nunca se equilibró, aunque Sagarzazú y Ferreyra fueran más marcadores bis por las bandas y no los punzantes que suelen ser. Además, la predominancia millonaria en el medio, con Cirigliano a la cabeza, le impuso un ritmo al juego que nunca supo cortar o bajarle la intensidad el rival, retrocediendo siempre por detrás de la línea de la pelota y concediendo groseros espacios a sus espaldas, aprovechadas siempre por Cavenaghi.
Uno esperaba un atisbo de reacción del local, pero apareció, en todo su esplendor el Cavegol. Recibió como enganche, con campo y tiempo para armar la maniobra por detrás de la línea del volante central. Encaró y con suma facilidad eludió a Díaz, y con el cuerpo fue armando el remate con el borde interno para abrir el pie y colgarla a media altura de un Crivelli indefenso.
Con las diferencias establecidas, Gimnasia de Jujuy expuso al máximo sus falencias al intentar salir en busca de un descuento, y River, regulando pero nunca dejando de insistir en esa calle peatonal por detrás del volante central jujeño.
El tercero fue estéticamente una maravilla. Un taco a lo Crespo, o a lo Cavenaghi. Una contra que involucró más a atacantes que a defensores, manejada por el propio Fernando, que esperó que le pasara Sánchez por la derecha para buscarlo sin egoísmos. El uruguayo le devolvió gentilezas, y el remate cruzado pegó en el palo y salió rebotada para la posición de Sánchez, que encontró al Torito en el punto del penal, utilizando una definición poco ortodoxa pero bellísima, un taco que entró por el segundo palo.
Casi sobre el final fue del lateral Leo Minici, que acompañó una jugada que iba por el sector antagónico, y a través de un centro de Saucedo por lo bajo que la defensa no supo despejar y Chichizola acompañó sin comprometerse, permitió al defensor marcar el gol del honor. Y en el tiempo de descuento, Aguirre habilitó a Cavenaghi por el centro del área, sin defensores cerca, y con tiempo esperó que el arquero se tirara y definió con el arco libre.




IVÁN ISOLANI